Tsukimachi Chaya – IV


    Unos meses más tarde me llegó una invitación para una muestra. Se trataba de una sala de exposiciones que estaba en una pequeña ciudad costera. A mi respuesta, tan pronto me enviaron el esquema y las fotografías del espacio. Era un Machiya, una casa tradicional de madera, convertida en un espacio de demostraciones y se encontraba a pocos pasos de la playa. Era bastante visible desde la calle por lo tanto podría esperar que llamara la atención de la gente. Según el esquema se podrían exponer en la sala cuatro o cinco cuadros de grande tamaño, además algunos de tamaño pequeño. Así empecé a preparar los trabajos sin pérdida de tiempo.      

    Fue durante ese periodo en que recibí una noticia de Novel que decía lo siguiente.

    “Desde entonces, de repente, el estado de Mimmo se agravó y a pesar de que habíamos tomado todas las medidas posibles se fue al cielo.”

    Expresarle mi condolencia con las palabras convencionales no me gustaba y no iba a hacerlo. Sin duda, yo también tengo miedo de perder una persona querida. Pero es algo inevitable para todos y hay que superarlo. Nadie podría vivir estando cerrado en sí mismo, sin querer a nadie y sin sentir simpatía. Esos sentimientos se extienden como un tentáculo que es una parte del cuerpo. Así que cuando se corta, uno siente naturalmente un dolor fuerte como si fuera una cortadura en su cuerpo. Aunque sabíamos bien que iba a llegar un día ese momento de la separación, no podemos quedar sin extender nuestros tentáculos de los sentimientos. La conciencia no puede estar encerrada en el cuerpo y quiere salir de allí. Queremos amar alguien, encontrarse con los amigos para charlar y vivir entre ellos. Tal vez sería suficiente aún un espejo para salir un rato de nuestro mundo encerrado. Queremos asegurarnos si estamos allí sin falta, aún más allá de nosotros mismos, o sea dentro de los demás. La persona que ya se fue no vuelve más. No existe más entre esa persona y nosotros un tubo de comunicación en donde pasaba algo caliente, así que hay que reemplazarlo por otra cosa. Quizás Novel estaría rellenándolo con los innumerables recuerdos de él. No creo que sea inútil resucitar las memorias del pasado y pensar en esas cosas. Eso sería la capacidad más bella que uno pueda tener. Yo decidí dedicar esa exposición a Mimmo.   

    Luego me llegó de Novel una carta con un CD adjunto. Me lo envió como un recuerdo de Mimmo. Al mirar la tapa del CD, tan pronto me di cuenta de que se trataba del dibujo de Mimmo. Era la pintura de una habitación común que se podía encontrar en cualquier lugar: en el centro había una mesa con sillas, un sofá rojo y una planta al lado y sobre la mesa estaban un árbol pequeño, dos botellas y dos vasos. Desde la ventana de esa habitación vacía se veían la luna creciente y la torre de la iglesia.

     Mientras estaba un poco desmoralizada por la triste noticia de la muerte de Mimmo, inesperadamente vino a visitarme tío Kantaro. Era extraño pero él aparecía siempre en el momento justo como ese, como si pudiera saber lo que estaba pasando en mi corazón. Mirando el CD de Mimmo el tío me dijo así.

    "Aquí hay de todo."

    La habitación común en el dibujo representaba una vida modesta pero feliz. Quizás Mimmo hubiera querido decir así: no tienes que ir lejos, ni siquiera conquistar el mundo, sino cuidar las semillas de la felicidad que tienes dentro de ti por siempre y cultivarlas una por una.

    “En mi infancia quería conocer el mundo más grande y no me importaba del lugar donde estaba entonces. Solía suspirar mucho por los países extranjeros. No podía dejar de preguntarme qué existiría más allá del mar al cual afluye ese río. Pero después de haber viajado por todas las partes del mundo me di cuenta de que el lugar donde estaba yo era siempre un rincón del mundo, así como todos los otros lugares.” 

    Dijo tío Kantaro.

    “Hay una palabra ‘Homo Viator’ que significa que el hombre es un viajero. La verdad es que nosotros, viajando, estamos buscando siempre algún lugar para volver.”
 
    Ya sabía de lo que estaba hablando tío Kantaro. Se trataba del lugar al cual habíamos pertenecido antes de nacer. 
 
    "El viaje para llegar a la eternidad empieza en el momento en que uno viene a ese mundo. No hay que ir de prisa, porque se trata de un camino eterno.”

    "¡Que bien dicho!”

    "¡Hahaha! Son las palabras de un cierto profesor universitario."

    Tío Kantaro se rió a carcajada. Luego le mostré mis trabajos que pensaba llevar a la exposición.  

    “Estoy pensando en poner como título ‘Mujer’ a esa muestra porque me gusta el sonido suave de esa palabra.”

    “Éste parece esa ciudad flotando en el útero, ¿verdad? ¿Sabías ya antes de nacer los paisajes y las personas que irías a conocer acá?” 

    Tío Kantaro le puso a ese cuadro un nombre. ‘Seishuku’, literalmente quiere decir la concepción de una estrella y eso me gustó. Miramos todas las obras con tranquilidad y nos dimos cuenta de que en cada pintura había algo que nos  recordaba a la maternidad. No ponía mi intención ni proyecto sino expresaba simplemente lo que fluía espontáneamente desde mi interior, convirtiéndolo todo en el color y la forma. Me gustaba pintar libremente, porque sólo en esa manera pensaba que podría encontrar la parte desconocida de mi interior y que el ‘yo’ que estaba viviendo oprimida en el silencio pudiera sonreír un poquito. Quizás se trataba de una pequeña fuerza para renacer o mi adoración interior para la vida, todas estas flores de la matriz en el lienzo.
   
    Terminé la preparación para la exposición y tomé un pequeño descanso, mientras tanto me llegó una noticia del Chaya diciendo que iba a organizar un Concierto con el Kamishibai de tío Kantaro con la banda musical del pueblo vecino. Era de costumbre celebrar algún evento en la noche de la luna llena en ese salón de té y esa vez llegó por fin el turno a tío Kantaro.     

    Pronto el tío tuvo una reunión con el director de la banda y me llamó para que asistiera en el Chaya. Es que no era la primera vez que lo veía; hace tiempo tío Kantaro me había llevado a su concierto, pero nunca tuvo la oportunidad de sentar juntos a la misma mesa. Mientras estaba en el salón hojeando un libro de pinturas aparecieron los dos juntos. El director, un hombre muy tranquilo, contrastaba con tío Kantaro que era el cuentista del Kamishibai que amaba hablar. Sin embargo, él que era pacifico e inmutable típico de un músico, abordó lo siguiente con un aire de extrañeza.

    "Éste es el rumor que corre entre los miembros de la banda, es que en esas montañas se oye el sonido del violín en la noche de la luna llena.”

    “¿De verdad? Es interesante."

    El escritor del Kamishibai tenía los ojos más radiantes que nunca. El director continuó.

    "Dicen que estaban muchos cristianos escondidos (los cristianos que continuaron a practicar el cristianismo en secreto en la época feudal) por aquí. Incluso la misa desde hace mucho tiempo lo más probable es que celebrase en algún lugar en secreto. Y es muy posible que sea el violín el que la acompañaba. Creo yo que desde ese hecho había nacido esa leyenda de que se escuchaba el sonido del violín en la noche de la luna llena. Todo eso está mencionado en el libro sobre un excelente violinista que había tenido esa ciudad hace muchos años.“

    Cuando terminó de hablar el director, se le ocurrió algo al tío y sacó una cosa de su bolsillo. 

    “Hace un tiempo mientras estaba caminando en las montañas encontré una pequeña caverna a la cual se podía entrar apenas poniéndose en cuclillas, sin embargo el interior era bastante amplio. Éstas se encontraron allí. En el suelo había una cantidad considerable de piedras rojas.” 

    Eran piedras rojas iguales a aquellas que me había traído tío Kantaro antes. Sólo que éstas todas tenían unas rayas. Dimos una mirada más cercana a las que tío Kantaro tenía en la palma de su mano. En efecto ahí se veía algo grabado. Parecía una letra o tal vez una cruz.

    “¿Esa caverna no podría ser el lugar para la misa?"

    Dijo el director tomando las piedras en su mano. Luego ellos dos continuaron a charlar hasta altas horas de la noche, sin embargo yo me puse al camino de regreso a casa apenas después que me dieron el encargo de dibujar algo para los volantes de ese evento.