La Calle Solferino - III

  
    “A propósito, hace un tiempo fui a Santiago de Compostela.”
    Nicolino empezó a contar de su viaje.
    “Es verdad que fue duro continuar a caminar todos los días. No podía avanzar mucho al principio por el dolor de las piernas. Pero poco a poco comencé a acostumbrarme.”
    “¿Tomaste muchas fotos?”
    “Sí, por supuesto. ¿Por qué no vienen a mi casa antes de ir a cenar?
    Para la cena pensábamos ir al barrio chino pero decidimos pasar antes por la casa de Nicolino. Su departamento estaba situado entre la iglesia de San Gregorio y el Duomo y los tres creaban una línea recta. Nicolino se dio cuenta de eso sólo antes de bautizarse y, además fue durante la Semana Santa. Lo averiguó en el mapa y desde ese momento decía así.
    “Se me pone por la cabeza que soy un escolta de María.”
    En la entrada de su departamento había un bastón de dos metros que había usado durante el camino de la peregrinación. Nos hizo pasar en su estudio en la parte interior en donde había una atmósfera oriental, por el perfume del incienso, creía. Sobre el estante había un incensario y una tablilla mortuoria budista y arriba de todo eso estaba adornada la foto de la Madonnina.
    “¡Ah, ésta es la foto!”   
    Chinoken y Masa quedaban mirándola un buen rato.
    “¡Mira! La cruz que tiene en mano la Madonnina está justo en la luna llena. O sea la cruz dentro del circulo...”
    Dijo Chinoken y estaba pensando en algo.
    “Yo siento algo de la pintura budista. Parece que la cultura oriental y occidental se estén cruzando en el alto.“
    Fue Masa a decirlo. Luego nos sentamos sobre el sofá delante la fotografía de la Madonnina y hojeamos el álbum del peregrinaje de Santiago de Compostela, en el cual cada escena de la naturaleza reflejaba la parte sagrada de su corazón.   
    “Estoy pensando en agregar un poema a cada foto en italiano y inglés. Sería un poco difícil.”
    “¡Dale, que idea brillante!“  
    El barrio chino de Milán estaba tan lleno de vida que no se podía sentir en ningún otro lugar: la gente que se reúne en la calle y los chicos que corren en las tiendas. Era una atmósfera especial como si no existiera un límite claro entre fuera y dentro de casa. Nosotros cenamos en un restauran Wen Chen, luego fuimos a pasar al barrio chino de noche.
    “Es ahí.”
    Más adelante se veía un letrero luminoso al cual Masa señaló con el dedo. En una sala interior donde estaban alineados unos divanes reclinables, estaban acostados dos hombres. Una recepcionista nos hizo acomodar, a Nicolino y a mí, y nos sentamos sobre los sillones. Enseguida  llegaron dos chicas chinas trayendo cada una un cubo de agua caliente y los pusieron enfrente de nuestros pies. Justo en ese momento, uno de los dos hombres me dijo algo pero no entendía su idioma. Según lo que me explicó la chica después el hombre me había dicho que era escandaloso que una mujer se haga dar un masaje en los pies en vez de hacerlo. Para mí era algo indescifrable y sin sentido. Estaba tan cansada por haber caminado desde el departamento de Nicolino hasta el barrio chino y todo lo que quería era aliviar el cansancio. En todo caso, no me gustaba el bullicio milanes de día, sin embargo pasar la noche en el barrio chino no estaba mal.