El Bosque de Celimontana - IV


    Saludé a Immacolata y volví a la posada para descansar hasta la noche; no era segura si podía aguantar con ese calor hasta que se termine el concierto que sería muy tarde. Estaba medio adormilada mientras estudiaba el camino con el mapa que me había preparado la hermana y cuando me desperté ya había anochecido. Me arreglé rápidamente y salí afuera. Al llegar a la calle principal empezó a aparecer el Coliseo iluminado a lo lejos.
    “Me parece el instrumento para medir la civilización moderna. ¿No será el fin del mundo cuando llega el momento de su derrumbamiento?”  
    No se quién lo dijo pero cada vez que veía ese monumento me lo acordaba siempre. ¿Cuánto tiempo más resistiría este instrumento enorme, no lo van a reparar nunca más? Ese monstruo de piedra, permaneciendo inmóvil, parecía de seguir viviendo obstinadamente agachándose sin saber elegir la dirección entre las dos; la destrucción total o la renovación total. Al llegar al anfiteatro doblé a la izquierda y seguí avanzando por el camino. Un poco más allá apareció un bosque exuberante. Parecía un cementerio pero delante de las cancelas había la boletería y el cartel del festival; debería de ser eso Villa Celimontana.
    Ya estaba bien avanzada la noche y estaba oscuro. Pasé la entrada, ahí ya no se veía casi nada aunque estuviera la luz de los faroles. Estaban aquí y allí las flechas blancas de indicación y bastaba seguirlas para llegar al lugar del festival pero era casi como un laberinto en el bosque y todo eso me dio la impresión de haber caminado mucho. El escenario del concierto se encontraba en la parte más profunda del bosque. No me acuerdo bien la construcción del sitio siendo mal iluminado. Cerca de la entrada había una cafetería y un drink bar detrás de los asientos. A primera vista ya me parecía que no habría más ningún puesto desocupado. Mientras estaba buscándo, apareció aquel pianista que había conocido en Buenos Aires con sus compañeros y venían hacia donde estaba yo.
    “¡Hola, Mago!”
    “¡Hola!, te vi en Buenos Aires, ¿verdad? Llegaste a Roma verdaderamente como me lo habías prometido.”
    “¡Por supuesto! Iré a cualquier lado del mundo para escuchar la música que me gusta.” 
    “Después del concierto ven a charlar al lado del escenario.”                                  
    Mago, pasando entre los asientos, se fue hacia detrás del escenario con otros miembros. De repente me dí cuenta de una grande silla colocada en el drink bar. Era un poco lejos del escenario pero no había más ninguno. Tomé asiento en ese sofá cómodo con almohadones blancos y pedí una bebida tropical. Esa noche hacía cálido y húmedo sin precedentes en Roma y quedaba todo empapada en sudor sólo estando sentada así sin hacer nada. El aire era pesado como la lluvia pero no caía. Tenía la sensación de estar dentro de un pulmón de algún ser viviente y las ramas de los árboles en ese bosque se extendían como el bronquio. Cuando Mago tocó el teclado, ese bosque empezó a respirar y a medida que su arte de magia surtía efecto, el bosque parecía que estaba cantando. 
    Cuando se terminó la actuación empezaron a reunirse al lado del escenario los aficionados y amigos. Mago era de mucha fama acá. Salí del drink bar al momento en que calculé que él estaría más libre. Mago estaba tomando una botella de Coca Cola y descansando, por fin.
    “Gracias por la música de esta noche.”
    “El próximo concierto en Sudamérica será el día 27 de octubre en San Paolo. Si quieres ven a escuchar.”
    Mago invitaba así a la ligera a todos en todas las partes del mundo.  
    Miré el reloj. Era ya medianoche pasada. Saludé a Mago y a sus amigos, y empecé a caminar sola hacia la dirección opuesta a la entrada, siguiendo las flechas blancas que se veían vagamente en la oscuridad. Parecía que estaba yendo hacia otra puerta la cual no era la principal. Al poco rato aparecieron los muros altos. La salida habría debido estar en el fondo de ese pasillo. Una vez salido de la villa bastaría dirigirme hacia el Coliseo, luego caminar a lo largo del monumento y habría llegado con certeza al alojamiento. Sin embargo, el Coliseo no estaba dentro de mi campo visual. Me quedé perdida un rato, pero continué a caminar; no podía quedar parada allí. En mi alrededor el ambiente de la calle no era como el de antes. Parecía que me había desorientado. No sé cuanto tiempo había caminado buscando el Coliseo. Empecé a inquietarme por lo que iba vagando por toda la ciudad hasta el amanecer. De repente vi una luz verde brillante entre los edificios apiñados. Era el anfiteatro. Ahí comprendí que había caminado mucho por la dirección equivocada. “Eso me parece la canción Toryanse..”, me dije a mí misma y volví de prisa canturreando repetidas veces esa canción.

Déjeme pasar, déjeme pasar
¿Qué estrecho sendero es este de aquí?
Es el estrecho sendero a la capilla Tenjin
Por favor, permítame atravesarlo
Aquellos sin una buena razón no pueden pasar
Celebro el 7 cumpleaños de esta hija
He venido a presentar mi ofrenda
La ida está bien, está bien, pero la vuelta puede dar miedo
Da miedo pero
Déjeme pasar, déjeme pasar