La Calle Solferino – V


    Ese día por la tarde me llamó Marcello, compañero de yoga de Nicolino que vino a la muestra de mis pinturas en Milán hace unos años y apenas supo de oídos que estaba en Milán, me invitaba siempre. Esa noche se reunieron los amigos de yoga en su casa. 
    La casa de Marcello daba a la plaza Largo Trevis que está más o menos a mitad de la calle Solferino. Subimos con el ascensor antiguo de estilo francés al último piso y cuando se abrió la puerta Marcello y su esposa Marcella nos acogieron con agrado. Marcello, un tipo muy tranquilo,  practicaba yoga desde hace mucho tiempo y Marcella, de pequeña estatura y flaca pero bien de salud, en vez de yoga iba al gimnasio.  Él que es un gran amante del mundo oriental y  una señora típica italiana, los dos formaban una buena pareja. Me sentía purificada cada vez que venía en esa casa de Brera que tenía todavía una especie de dignidad en un cierto sentido. En la sala amplia y revestida de color blanco estaba colgado un cuadro familiar que representaba una isla azul flotando en el aire. Era mi cuadro. Desde el balcón se abarcaba toda la calle de Solferino incluso la Academia de Brera. Al poco rato llegaron Nicolino y Enrico. Mientras que Marcello nos ofrecía el vino blanco fresco, en la cocina, Marcella estaba preparando la pasta. Pronto cuando estaba lista su especialidad, la pasta fría con albahaca y tomate, nos sentamos en la mesa.
    “Hace unos días fui a visitar la muestra de Da Vinci al museo comunal. Le pusieron de relieve Da Vinci como el científico y fue muy interesante. Estaba expuesto también ‘El Hombre de Vitruvio’.”
    “En cuanto a Vitruvio, es conocido por la sección áurea, ¿verdad? Y Da Vinci quería demostrar que el hombre tenía esa proporción en varias partes del cuerpo aun a través de la autopsia de los cadáveres. La verdad es que es increíble. ”
    “Y en cuanto a la sección áurea, me acuerdo en seguida del nautilo,” dijo Nicolino.
    “El nautilo crece al ritmo de la fase y lo que se había derivado de él es el ammonite. Los ammonites, habiéndose multiplicado mucho transformándose, adaptándose a las circunstancias, pudieron llegar a la plena prosperidad pero a un cierto momento se extinguieron todos. Sin embargo, los nautilos no habían nunca llegado a la prosperidad pero viven todavía, no habiendo cambiado su forma y manteniendo constantemente el espiral de la sección áurea.”
    “Es decir que la sección áurea representa la perpetuidad, ¿no es cierto?”
    Nosotros estamos de acuerdo de lo que había dicho Marcella pero todos teníamos varias ideas al asunto. Entonces Marcello empezó a hablar de algo interesante.
    “Es lo que decía un cierto maestro de Qi Gong, según él hay alguna relación entre la fuerza para emitir la voz, las cuerdas vocales y la sección áurea. O sea,  la cuestión sería la vocalización.”
    “¿Es decir que esa fuerza podría ser el afinador para el cuerpo y el alma, el que los discipline conforme a la sección áurea?”  
    Cuando dijo Nicolino así, pronto la sala donde estábamos se convirtió en el lugar de entrenamiento para vocalizar. Cada uno empezó a emitir la voz. Entonces, de repente, dijo Enrico el siguiente.
    “Ya veo, le quedaba una sola cosa más que Da Vinci no podía demostrar su sección áurea aun a través de la autopsia de los cadáveres, la que no pudo pintar tampoco en el dibujo del ‘Hombre de Vitruvio’...”      
    Entonces Marcella entregó el postre desde la cocina. El color blanco y rojo del helado de vanilla con las frutillas le dio la alegría a la mesa.
    “Últimamente, o sea hace dos años, fui a Florencia,” hablaba yo.
    Era en la primavera de hace dos años cuando fuimos a Florencia en la ocasión del casamiento en Toscana de una amiga en común de Nicolino y yo. Era una oportunidad para conocer de nuevo las obras extraordinarias de los artistas renacentistas. Por primera vez cuando fui a esa ciudad, daba preferencia a los cuadros célebres y no miraba mucho con atención las obras pequeñas, sin embargo esa vez, quedé abrumada por la cantidad de las imágenes de la Virgen con el Niño Jesús que existían en Florencia.
    En la Galería de la Academia había la colección innumerable de iconos de la Virgen con el Niño hasta marearme. Creo que el prototipo de la mujer de la época hubiera sido María.”
    “Puede ser. La que me gusta más es ‘Madonna del gran duque’ de Rafael.”
    Nos comentó Marcella.
    “¡A mí también!”, dije yo.
    Y era desde ese momento en que yo vi el cuadro de la Virgen con el Niño, que dentro de mi cabeza ocurrió algo: se hizo reemplazar por completo el Niño entre los brazos de la Virgen por un Stradivarius que había visto en la Galería de la Academia.
    “Mirando la imagen de la Virgen con el Niño me di cuenta de algo. ¿Su manera de llevar el Niño en los brazos, no te hace pensar en algo?”
    Todos quedándose callados, pensaban sobre mi pregunta.
    “Así, lo llevas en los brazos y luego trazas la cruz con la mano derecha...y tiras el arco.”